Solemne Profesión de Sor Mª Teresa de Jesús del Corazón de María

¿Qué es lo que hacen las monjas de clausura?
Antes de responder a esto, es necesario recordar una verdad fundamental: el fin del hombre. Hemos sido creados «para conocer, amar y servir a Dios en esta vida a fin de que podamos ser felices eternamente junto a Él en la próxima». El materialismo reinante, la falta de reflexión –pues hoy se hace todo lo posible para asegurar que no pensemos o penetremos ni por un momento en nuestro interior–, la sensualidad descontrolada, ha ahogado, en el alma y en la consciencia, esta responsabilidad de todo cristiano. Y no solamente no pensamos en la santidad, sino que ni siquiera en que tenemos un alma que salvar. Es un gravísimo error creer que la perfección cristiana atañe sólo a sacerdotes y religiosos: ella concierne a todos los cristianos, por el simple hecho de estar bautizados en Cristo, como Él mismo lo dijo: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Y San Pío X escribió: «No ha sido concedido a todos el abrazar la vida religiosa, que es patrimonio de un número reducido, pero todos los hombres deberían esforzarse por alcanzar la perfección a la que Dios los llama».
Si bien, todos los cristianos deberían dirigirse hacia esta sagrada cumbre de santidad, que consiste en el perfecto amor a Dios y al prójimo, la religiosa tiene que esforzarse en lograrlo por vocación: es su deber profesional. No significa que tenga que ser ya perfecta, sino que debe hacer su más arduo esfuerzo por serlo. Consagra su vida entera para amarlo sólo a Él con todo su corazón y, para lograrlo, abraza libremente los consejos evangélicos a través de los votos de pobreza, obediencia y castidad.
Al culto del dinero, que endurece los corazones e incita al odio y a los conflictos, la religiosa opone, a través del voto de pobreza, el ejemplo de un total desprendimiento y una pobreza absoluta voluntaria.
Ante el espíritu de independencia y emancipación que sueña con destruir toda autoridad y se niega a reconocerla, la religiosa, por su voto de obediencia, ofrece el ejemplo de la sumisión, que, lejos de degradarla, la ennoblece, ya que obedece al mismo Dios.
De esta manera, la religiosa, con sus votos, su triunfo sobre el materialismo, salva al mundo y, al mismo tiempo, salva almas. Impulsa a los hombres hacia la práctica de las virtudes cristianas: hace más de lo necesario para motivar a otros a hacer lo indispensable y, más aún, expía por los pecados de las naciones. ¡Qué equivocado está el mundo al juzgar creyendo que en las casas religiosas, particularmente en los conventos de vida contemplativa, muchas vidas están sepultadas sin ninguna utilidad para el bien común! Este es el fin general de la vida religiosa, pero Dios ha dado a cada congregación una misión específica dentro de la Iglesia.